Quien dijo que el dinero no compra la felicidad?

La pregunta de si el dinero puede comprar la felicidad es un tema que ha generado innumerables debates y reflexiones a lo largo de la historia. Muchos han sostenido que la riqueza material no es un factor determinante para alcanzar la felicidad, mientras que otros argumentan que tener recursos económicos puede contribuir significativamente a mejorar la calidad de vida y, en consecuencia, la sensación de bienestar. En este análisis, exploraremos las diferentes perspectivas sobre esta cuestión universal: ¿quién dijo que el dinero no compra la felicidad?

Quien dijo que el dinero no compra la felicidad?

Aristóteles sostenía que la verdadera búsqueda de la humanidad no se centraba en la acumulación de riqueza, sino que esta solo adquiría utilidad en función de otras cosas. En otras palabras, la felicidad de las personas tiene una relación relativamente pequeña con las variaciones en sus ingresos o su nivel de riqueza.

Esta paradoja, que es la base de las reflexiones en el campo de la llamada Economía de la Felicidad, se puede entender observando que un aumento en los ingresos y el bienestar económico se traduce en un aumento en la felicidad humana solo hasta cierto punto, que podríamos considerar como el nivel de vida “digno”. Después de alcanzar este punto, la tendencia se invierte y la felicidad comienza a disminuir, formando una especie de curva en forma de U invertida.

En este contexto, la sociedad actual a menudo presenta la felicidad como un producto del consumismo desenfrenado que prioriza una satisfacción individual aparente y efímera sobre los valores intangibles que dan significado a la vida, como las relaciones sociales sólidas o un entorno agradable y sostenible. El consumismo, en última instancia, puede dejarnos más aislados, contribuyendo a la tristeza y la inseguridad. Como Aristóteles reflexionaba, podemos ser ricos en posesiones materiales, pero para ser felices, necesitamos ineludiblemente de los demás.

Por lo tanto, alcanzar un mundo feliz, justo y sostenible dependerá en gran medida de la capacidad de la sociedad para reconocer cuándo se establecen relaciones perjudiciales y patológicas entre el consumo desmedido y la búsqueda de la felicidad. En este artículo, presentamos una pequeña técnica para abordar esta relación compleja.

¡Explora más artículos aquí!

¿Quién opina que el dinero compra la felicidad?

Un estudio realizado en 2010 por el psicólogo Daniel Kahneman y el economista Angus Deaton, galardonados con el Premio Nobel de Economía, abordó la relación entre los ingresos y el bienestar emocional. Los resultados de la investigación revelaron que, efectivamente, el bienestar emocional tiende a aumentar a medida que los ingresos crecen.

No obstante, este aumento se produce a un ritmo cada vez más lento a medida que las ganancias económicas de una persona se incrementan. Además, cuando los ingresos sobrepasan los 75,000 dólares al año (aproximadamente 1.5 millones de pesos), los datos indican que el bienestar deja de aumentar por completo, llegando a un punto de estancamiento.

El objetivo del estudio era analizar el papel que desempeña el dinero en dos aspectos clave de la vida emocional de las personas. En primer lugar, se evaluó la calidad de la vida cotidiana, teniendo en cuenta aspectos como la alegría, el estrés, la tristeza, la ira y el afecto que influyen en si la vida se percibe como agradable o desagradable. En segundo lugar, se consideró la evaluación general de la vida, es decir, cómo las personas valoran su propia existencia, determinando si la consideran buena, muy buena o mala.

Como conclusión, el estudio señaló que, aunque los ingresos bajos se asocian tanto con una baja evaluación de la vida como con un bajo bienestar emocional, existe una paradoja interesante: los ingresos elevados pueden comprar satisfacción con la vida, pero no necesariamente garantizan la felicidad plena.

¿De qué manera influye el dinero en la felicidad?

La afirmación de que “el dinero da la felicidad” suscita muchas interrogantes, especialmente cuando se relaciona con la adquisición de lujosos automóviles, extensas propiedades o ropa de marcas reconocidas. Sin embargo, cuando esta expresión se refiere simplemente a la estabilidad económica, no está tan alejada de la realidad.

En un estudio titulado “Los agudos picos de la pobreza: la escasez financiera está relacionada con niveles más altos de intensidad de la angustia en la vida diaria”, el profesor de la Universidad de Harvard, Jon Jachimowicz, argumenta que el dinero es un medio para alcanzar la felicidad, pero no constituye la felicidad en sí misma. Según él, el dinero proporciona tranquilidad y control para hacer frente a imprevistos, desde situaciones tan simples como pedir comida a domicilio hasta situaciones graves y costosas, como una hospitalización.

En esta misma línea de pensamiento, Melisa Chávez Guerrero, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala que “el dinero no lo es todo, pero sí es relevante”, dado que vivimos en una sociedad capitalista donde nos permite satisfacer ciertas comodidades y se promueve el gasto, demostrando así nuestra capacidad de pago, lo cual, en última instancia, es lo que tiene valor en la sociedad.

Jachimowicz y su equipo llevaron a cabo un estudio en el que pidieron a 522 participantes con ingresos que oscilaban entre los $10,000 y $150,000 dólares que registraran en un diario durante un mes los eventos y emociones que experimentaban a diario. A partir de los datos recopilados en estos diarios, llegaron a las siguientes conclusiones:

1. El dinero reduce el estrés intenso, ya que aquellos con ingresos más altos experimentaban un menor estrés negativo.

2. Proporciona un mayor sentido de control; aunque cualquiera puede enfrentar problemas, tener estabilidad económica reduce el estrés al brindar la sensación de tener cierto grado de control ante eventos adversos.

Chávez Guerrero observó que estos resultados se alinean con la teoría de la pirámide de Maslow, ya que cuando nuestras necesidades básicas están satisfechas, podemos destinar nuestros recursos de atención, memoria y procesamiento de información a otros objetivos relacionados con el bienestar. Esta pirámide, propuesta por el psicólogo Abraham Maslow en 1943, jerarquiza las necesidades humanas y sostiene que a medida que se satisfacen las necesidades más fundamentales, los individuos desarrollan necesidades y deseos más elevados.

¿Es cierto que el dinero puede comprar la felicidad?

Investigaciones recientes han arrojado evidencia de que el dinero efectivamente contribuye a la felicidad, en gran parte debido a que aquellos con mayores ingresos tienen más y mejores oportunidades para satisfacer sus necesidades, cumplir con sus responsabilidades y tomar decisiones que les permitan hacer lo que más disfrutan.

Jon Jachimowicz, profesor de la Universidad de Harvard, sostiene que “el dinero es un recurso para alcanzar la felicidad, pero no constituye la felicidad en sí misma”. Este enfoque se basa en la idea de que el dinero proporciona un sentimiento de calma y control que facilita la gestión de imprevistos, desde situaciones tan simples como pedir comida a domicilio hasta asuntos más serios, como enfrentar una hospitalización.

Un estudio realizado por Jachimowicz, en el que se encuestó a 522 individuos con ingresos que oscilaban entre los $10,000 y $150,000 dólares, reveló que el dinero puede reducir el estrés intenso. Aquellos con ingresos más elevados tienden a experimentar menos estrés, ya que cuentan con los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades y perciben un mayor control frente a diversas circunstancias.

Concluir

En última instancia, la relación entre el dinero y la felicidad es compleja y multifacética. Si bien es cierto que el dinero puede proporcionar comodidades materiales y aliviar ciertas preocupaciones, no garantiza, por sí solo, la felicidad. La verdadera felicidad radica en las relaciones significativas, la salud emocional y el sentido de propósito en la vida.

Si bien el dinero puede facilitar el acceso a ciertas experiencias y comodidades, no puede reemplazar la satisfacción profunda que proviene de las conexiones humanas, el crecimiento personal y la realización de nuestros valores y metas más profundos.

Leave a Comment